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lunes, 5 de noviembre de 2007

Excelente

La justificación de la existencia de la autoridad política

Las argumentaciones a las que recurre, en primer lugar, Lutero, para justificar la existencia de la autoridad política fueron brevemente mencionadas en el punto anterior. Fundamentalmente, la legitimidad de la autoridad secular –como él la llama– es descendente, es decir, de origen Divino. El poder secular existe, entonces, por voluntad de Dios para impedir la maldad externamente.

La función de la autoridad política es de tipo material. Está en la tierra para castigar la maldad; para garantizar la paz. La ley está dada para los no cristianos que –a diferencia de quienes son verdaderamente cristianos– no tienen adentro de sus almas paz, bondad, ni son justos; son hombres malos que deben ser coaccionados, forzados por la espada secular para no cometer delitos. Quienes son cristianos no necesitan de la autoridad secular, pero se someten a ella por amor al prójimo y el prójimo, en efecto, necesita de este gobierno. Pero como dijimos hace un instante, las atribuciones de la autoridad secular se limitan a lo material, a los cuerpos y los bienes; no puede ordenar a las almas, es decir, no puede obligar, por ejemplo, a creer.

En Maquiavelo vemos invertido el principio de legitimidad de la autoridad. Ésta es, así, de tipo ascendente. Son los hombres quienes deciden reunirse en ciudades "para habitar juntos en un lugar elegido por ellos donde la vida sea más cómoda y la defensa más fácil" y son los hombres quienes eligen sus autoridades (en una república) o, en caso que se trate de un principado, son ellos mismos quienes, en última instancia, deciden seguir apoyándolo o no. Es justamente por esto que Maquiavelo en El Príncipe resalta la importancia de ganarse el favor popular y describe tantas maneras para los príncipes de obtenerlo.

La autoridad política existe porque existe el conflicto que, como también ya dijimos, éste es entre la nobleza y la plebe. Según de qué régimen se trate, éste se articulará de distinta manera, estando, por ejemplo, en el caso de una aristocracia, el poder en manos de la nobleza, quedando así excluido el pueblo de toda participación política. Al respecto afirma Eduardo Grüner:

..."hacer política no tiene un cuerno que ver con la búsqueda del Interés General y mucho con la decisión de a quién, (...) a qué grupos se va a beneficiar y a quién se va a perjudicar".

Maquiavelo elige la república como la mejor forma porque es la única que incorpora en el dispositivo de gobierno a todas las partes de la ciudad; de esta manera queda el conflicto institucionalizado y la igualdad y la libertad común aseguradas.

A la autoridad política de éste régimen le compete fundamentalmente resguardar las libertades públicas y todo aquello que esté ordenado por leyes. Para Maquiavelo es fundamental que la autoridad política conserve su autonomía de decisión sobre los asuntos públicos; de ahí la importancia del consenso popular, de contar con un ejército propio, de establecer fronteras bien trazadas y, en fin, de todo aquello que contribuya al mantenimiento del orden.

Teniendo en cuenta la importancia que le dedica Tomás Moro al gobierno político en Utopía, podríamos decir que verdaderamente no hay nada que justifique la existencia de la autoridad política. Ya habíamos hecho una breve referencia a lo que sigue: Moro observa acertadamente la naturaleza egoísta del hombre y ésta se aprecia en los "problemas de estado, de clase y de propiedad" del régimen inglés, descrito en el libro primero. Por ello es necesario y por eso existe el régimen político. Pero en la república de Utopía, al tratarse justamente de un relato utópico, no real, Moro puede "darse el gusto" de omitir esta característica humana (el egoísmo) y esta realidad (la propiedad privada) y, por consiguiente, resulta innecesario cualquier principio de autoridad, dada la naturaleza benevolente de los utópicos y la ausencia de superposición de intereses.

En Utopía hay gobierno, pero se limita a unas escasas funciones administrativas: castigar posibles –de hecho ni siquiera ocurren– violaciones a la ley –que, es más, casi ni hay leyes– ; administrar las decisiones sobre la guerra (que ni siquiera la hacen porque "prefieren ganarla con el ingenio"). Como el mismo Tomás Moro lo dice: "la función primordial y casi única de los Sifograntes es que nadie esté ocioso...".

Como se ve, todo está previsto y trazado en Utopía pero de hecho esas violaciones a la ley u otro conflicto o desorden no ocurren.

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